martes, 28 de diciembre de 2010

Y el inspector me dijo: o aceptas o me presentas la baja médica mañana

 

A estas alturas, cuando han pasado años de aquellas palabras pronunciadas con frialdad e impostada cortesía, tengo en la mesa de trabajo un formulario donde se supone que debo evaluar mi labor al frente de un instituto al que acudo cada día preguntándome qué papel juego en este laberinto de setos mustios en que se ha convertido la educación (según los nostálgicos y mi prima que es profesora en Algeciras). 
Estoy en el limbo, o sea, ese lugar donde eres visto como un eslabón entre una administración fría e inoperante y los currantes que luchan por instruir a una muchachada que se aburre y no tiene más interés en asistir al instituto que ver a los colegas durante el recreo y aguantar sin dar una cabezadita las seis horas de obligación que les impone la ley y el descanso físico y psicológico que se merecen sus padres. Hoy los directores de centros escolares tenemos una enorme variedad de responsabilidades desde las cuales, a veces, nos gustaría ejercer nuestra posición frente a aquellos que lo piden a gritos y en cambio recibimos reprimendas de los que sí mandan de verdad, o lo que es peor, la incomprensión cuando no la crítica feroz o el desprecio de los que siempre te verán como el bastardo de la madrastra que hace el trabajo sucio para envenenar a los enanitos de la pura doncella y cargarse el final feliz del cuento.
Las preguntas formuladas en el cuestionario de auto-evaluación, cuyas respuestas aportarán información sobre el nivel de logro o satisfacción en diferentes aspectos de mi labor directiva, son tan genéricas y ahondan tan poco en lo que es mi día a día con 700 alumnos, 59 profesores y cientos y cientos de padres y madres, que simplemente elijo un número del 1 (negativo, muy negativo) al 5 (el culmen de la autocomplacencia) según la longitud y la enrevesada sintaxis de las primeras, y todo lo anárquico que no me permito ser desde que entro a las ocho y media de la mañana hasta las tres de la tarde, me lleva a un estado de relajación en la que me importa un pimiento lo qué piensen quienes lean el formulario.
Siempre he creído en "lo público", en que la educación, al igual que la sanidad o la justicia no es más que otro servicio que se les ofrece a los ciudadanos para crear una sociedad mejor. Y además, desde que era un adolescente tuve vocación de enseñar. Soy por tanto un afortunado que consiguió trabajar en lo que deseaba, hacerlo de una manera que no peligrara mi puesto de trabajo y acceder a unas facilidades que ya quisiera un agricultor, un pequeño autónomo o la ecuatoriana que estoicamente cuida a mi vecina Paquita, postrada en una silla de ruedas.
Pero luego todo cambió: llegaron los mil y un sistemas educativos, cada uno contradiciendo al anterior, los padres se hicieron amigos de sus hijos, qué digo amigos, colegas, que suena mejor, y encima me involucro como vicedirector en un equipo directivo durante años porque creo que puedo ayudar a que mi centro sortee obstáculos y crezca de forma pedagógica, académica....y cuando veo que mis esfuerzos y los de mis compañeros no son valorados casi nunca y estoy cansado...me nombran director: un orgasmo tardío, inútil y frustrante.
Y aquí estoy, acabando el período de mi nombramiento, llegando casi al final. 
Me siento frente al ordenador después de rellenar el dichoso formulario y me digo: ¿por qué no hacer de verdad una auto-evaluación? Pero no para la administración, para ustedes, para el que quiera compartirlo conmigo, para poder expresarme a gusto y sosegado. 
Por eso este blog. Ah, y advierto: voy a contar historias, casi cuentos, pequeñas narraciones que hablarán de aquellos que habitamos un pequeño mundo llamado IES LA MONTAÑA RUSA (eso es enseñar hoy en día). Sin embargo, espero que entiendan que modificaré nombres, algunos lugares, alguna situación, para preservar la intimidad de los que escriba.  
Les diré algo: no me gustan las posturas extremas, no me gustan los derrotistas, los agoreros, los que faltan a la verdad diciendo que nunca hemos estado peor en nuestra profesión, ni tampoco aquellos que besan por donde pase el jefe de servicio de turno y proclaman que la fórmula está en la actitud, en la nuevas tecnologías, en meterse en la piel del alumno...vamos a ver, pero si eso es lo que muchos llevamos haciendo toda la vida, tratar de comprender y enseñar.
El próximo día les hablaré de los comienzos de un director y de los acontecimientos que de alguna manera modificaron mi vida, no sólo laboral, sino personal, social, onírica. Les contaré la primera de las historias: cómo un conserje cabronazo me la quiso gastar y fui salvado por un cani con un tatuaje que decía: 21cm.