Enseñar
no es un acto exclusivo de los profesores. Se enseña a un amigo a ser
leal, a un amante a querer, a un hijo a obedecer, a un padre a confiar.
Sin embargo, ¿quién no se ha sentido alguna vez como ese viejo maestro
de La lengua de las Mariposas cuando es apedreado por su discípulo más
querido?
¿Quién
no ha experimentado la decepción que se produce al no lograr inculcar
en los seres que nos rodean aquello que consideramos importante para su
bienestar y seguridad?
¿Qué
abuelos al desear para sus nietos un futuro sin los sobresaltos que
ellos vivieron no pueden evitar albergar oscuras premoniciones que
sacuden sus cansados cuerpos?
¿Cuántos
docentes no se ven frustrados al despedir a demasiados alumnos que
abandonan sus centros sin una formación que les haría valorar y apreciar
todo el legado que nos dejaron tantos seres increíbles que habitaron
este mundo y los que hoy continúan su labor? Aún peor, sin una formación
básica para sobrevivir en una jungla cada vez más despiadada y feroz.
¿Qué
hacer cuando la energía empleada en la transmisión de valores se
estrella contra el timbre de las tres de la tarde y se diluye entre el
agolpamiento del alumnado en la puerta de salida?
¿Qué
queda de esa cándida batalla que inicia el joven profesor contra la
basura que contamina una adolescencia que muchas veces no habla sino a
través de un lenguaje hecho jirones?
¿Por
qué un maduro profesor se empeña con obcecación en llegar a algunas
mentes llenas de trivialidades y prejuicios, y trata de escarbar
buscando luz en pozos cada vez más oscuros?
¿Por
qué ese profesor no ceja en tan obstinado empeño y, de una forma
razonada, no es capaz de ver que son enormes molinos de viento los que
están detrás de esa creciente oscuridad?
¿Por
qué no es capaz de entrever que nunca sus palabras cruzarán puertas
blindadas por adultos que alimentan a sus cachorros con sus propios
miedos y algún que otro aparato electrónico que los aísla aún más de lo
que les puede salvar?
¿Qué siente ese profesor cuando quien tira la primera piedra a su cabeza no es un alumno al que aprecia sino su padre?
¿Arrojará el alumno la segunda?
Lo siento. Hoy no ha sido un buen día.
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