martes, 17 de mayo de 2011

Director, quiero ser artista

Esta noche mi problema no es estar sentado frente al ordenador y no saber qué escribir, como parece ocurrirle algunas veces a los escritores de verdad, a los creadores. Esta noche mi problema es que quisiera escribir sobre muchas cosas y no tengo la suficiente valentía para hacerlo. Todavía no ha llegado el momento. Algunas de las historias que quiero contar me producen dolor, otras vergüenza ajena, otras simplemente no han concluido y quiero esperar a que tengan un final (feliz, ¿tal vez?). Esta noche he llegado a casa a las nueve y media de la noche desde el instituto. Quince minutos antes le decía hasta mañana al jefe de estudios, compañero abnegado y generoso de trabajo. Y no dejo de recordar lo que hemos estado haciendo durante casi todo el día. Ya estaría en la cama si no hubiese sido algo especial. Un intenso día de trabajo con alumnos de 1º de ESO. Una estresante jornada donde todos hemos cantado, bailado, quitado y puesto mobiliario. En la que he echado broncas a la mayoría de los chavales, discutido con el cámara, el iluminador, la maquilladora. También hemos reído. En fin, hemos estado preparando una sorpresa para los alumnos que se marchan del centro dentro de unas semanas. Tras seis años, terminan sus estudios aquí. Ha sido como un parto después de tres meses de ensayos y preparativos. Sin poder evitarlo, siento una emoción desbordada, un cansancio descomunal. Mi pareja me mira de reojo mientras escribo. Intuyo que no comprende que, después de semejante día, aún esté sentado aquí escribiendo en este blog. Creo que me va a reñir como a un niño pequeño y me va a mandar a dormir de un momento a otro. Pero necesito haceros llegar mis pensamientos. Y estos llegan a través de una melodía machacona que no abandona mi mente (aquella que he escuchado diez, doce, quince veces esta tarde mientras los niños la bailaban), a través de unas respuestas ingeniosas y divertidas cuando algo fallaba y les reñía con impaciencia. Es cierto que no todos los alumnos responden igual ante la misma situación. Sin embargo, hoy algunos me han sorprendido con su capacidad para apaciguar mi mal humor con inteligencia. Me he mirado en ellos y me he visto años atrás con la misma ilusión, con la esperanza de haber contribuido de alguna forma a hacer su todavía pequeño mundo más amplio, un poco más creativo. Incluso me he atrevido a decirle a alguno que debería hacer arte dramático, a pesar de como están las cosas de la farándula hoy en día. Seguro que si los padres se enteran, maldita la gracia que les va a hacer mi consejo. Los niños también se han ido fatigados, pero, al despedirse, la sonrisa cansada de los últimos que se han quedado para ayudarnos a recoger...esa sonrisa, maldita sea, lo sigue compensado todo.
A lo mejor se nota mucho que no tengo hijos, ¿verdad?

No hay comentarios:

Publicar un comentario