sábado, 4 de junio de 2011

His way

Si te gusta My way, coincidirás conmigo en que escuchar esta canción interpretada por Frank Sinatra en sus últimos años es emocionante. Esos versos, que suenan desgarrados en una voz todavía magnífica, adquieren entonces la verdadera dimensión para la que fueron escritos.
Pronto se jubilará un compañero, un amigo. Con él comencé mi andadura en el tema de la Dirección. Apenas sin conocerme, me nombró, hace casi veinte años, Vicedirector del instituto en el que ambos trabajamos. Y fui, durante una larga etapa, un compañero de viaje que aprendió bastante de lo que llamamos vocación de servicio, de alguien que la ejercía con convicción. Once años estuvo este hombre al timón de un instituto que navegaba entre su desaparición o la consolidación como centro educativo de referencia en una zona donde hay tres institutos más, algunos con la solera de haber tenido entre sus alumnos a algún premio nobel. Y fue su tesón, su sentido de la oportunidad, su intuición y rápida capacidad de respuesta los que, junto a la ayuda de muchos compañeros, lograron que este instituto sea hoy una buena elección a la hora de recibir una educación académica.
Cuando decidió que ya era hora de dejar el cargo y volver a sus clases, la administración no tuvo más remedio que entenderlo. Él nunca se presentó a ese puesto. Simplemente lo desempeñó porque era nombrado una y otra vez ante la ausencia de candidatos que lo quisieran. Sin embargo, apenas nadie, ni por parte de los compañeros ni, por supuesto, por parte de esa administración que se benefició de su experiencia durante tanto tiempo, fue capaz de darle las gracias. Las horas de más, las tardes que se hacían noches, los sábados por la mañana, y algún que otro festivo pasado en el centro, no significaron nada.
Su lucha y la de su equipo por llevar alumnos al instituto hizo que desaparecieran poco a poco los temores a ser residuales. Al contrario, la introducción de programas innovadores, la pelea por conseguir un buen colegio público adscrito que estuviese en sintonía con nuestros propósitos educativos y llenase nuestras aulas de un alumnado con ganas de acabar un bachillerato y, por qué no, el buen hacer de la mayoría de los profesores, ayudaron a lograr que hoy estemos entre los institutos en los que las familias quieren que sus hijos estudien y, algo no menos importante, en uno en que los docentes que pasan por él no quisieran dejar.
Ahora, cuando apenas quedan unos meses para que se jubile, quiero rendir un pequeño homenaje, no sólo a él, sino a toda una estirpe de hombres y mujeres que han dado mucho por la formación de varias generaciones de este país. Debe irse orgulloso. Y, como dice la canción, cuando baje el telón, él, con sus aciertos y sus errores, podrá decir que todo lo hizo a su manera.
Y su manera estuvo plena de trabajo y vocación.

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